MIGUEL FERNÁNDEZ RIVERO (mfernanrive@hotmail.com)
LOS SEÑORES
I
He aquí el hombre, he aquí el pueblo.
Este es mi rostro, ese es tu rostro. Estas son mis manos y esas las tuyas. Tus piernas te llevan por las calles, al igual que las mías a mi.
He aquí mi cuerpo y tu cuerpo oscilando, agitándose, vagando entre cientos, miles, millones de cuerpos.
He aquí el pueblo; es decir tú y yo. Nosotros. Todos. La masa. Los ladrillos, todos iguales al gran ojo, sosteniendo al poder.
Estos somos nosotros; tú, yo: el pueblo.
He aquí el hombre.
II
Los ladrillos. Somos los ladrillos.
Tú, yo, todos nosotros somos los ladrillos de esta inmensa pirámide.
Somos las manos que ejecutan las labores que la cabeza, la cúspide de esa gran pirámide, es decir la élite, nos manda mediante su sistema nervioso para producir la materia.
Somos las manos, la fuerza que genera la energía que sustenta a los señores.
III
Nosotros somos los ladrillos, la masa que ha de soportar el peso de la pirámide; por los siglos de los siglos.
Estos somos nosotros: tú, yo, todos; es decir el Pueblo.
Nosotros somos los ladrillos, los sometidos, los dominados, los esclavos de la Élite por los siglos de los siglos.
Estos somos nosotros: tú, yo, todos; es decir el Pueblo.
IV
Ellos son los Señores, la élite, los elevados a la cúspide de la pirámide. Son los Magos del sistema, los Amos del mundo.
Ellos fabrican a los ladrillos, es decir a ti, a mí, al pueblo, provocando unas capas sociales que habrán de sustentarles en esa privilegiada posición, mediante un sistema económico controlado desde su poder y basado en el consumismo de esas mismas capas sociales, de esos ladrillos, es decir del pueblo.
Nosotros somos el pueblo, los ladrillos que soportan el peso de la pirámide, y ellos son los Señores, extremadamente perversos, terriblemente voraces y sin escrúpulos.
Ellos son los Magos, los Amos, la élite del sistema.
V
Oíd al viento, compañeros, oíd al viento cuando pasa rozando vuestra piel.
En esos vientos milenarios se oye el rumor de las huellas de aquel animal-hombre que comenzaba a caminar sobre sus dos piernas traseras, la voz de su torpe lengua al empezar a ser domesticada por su cerebro, por su capacidad de razonar, de aprender y evolucionar. Entonces aquel animal, al sentirse diferente, se creyó poderoso y superior a todos y a todo. Ese animal dominó a los demás animales, domesticó a los árboles y plantas, y controló a las fuerzas naturales del planeta.
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