La decisión, anunciada el pasado viernes por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de devaluar la moneda de su país, el bolívar, y establecer un tipo de cambio dual –uno para sectores prioritarios como la salud y la alimentación, de 2.6 bolívares por dólar, y otro de 4.3 bolívares por dólar para rubros como el automotriz, el comercio y las telecomunicaciones–, ha sido recibida de manera contrastada por los distintos sectores de opinión pública de aquel país.
Por un lado, los críticos del gobierno chavista señalan que la disposición impactará negativamente en la inflación, indicador que el año pasado se ubicó en 25.1 por ciento –la tasa más alta de América Latina–, y que afectará sustancialmente el comercio exterior, sobre todo con la vecina Colombia, propiciando un auge del contrabando de mercancías foráneas. Por su parte, quienes respaldan la medida señalan que ésta permitirá a Venezuela, país netamente importador de productos elaborados y alimentos y altamente dependiente de sus ventas internacionales de crudo, acelerar un postergado proceso de industrialización y diversificar sus exportaciones a mediano y largo plazos; fomentar el desarrollo de su producción nacional, y dotar de mayores recursos al fisco, además de fortalecer a la industria petrolera de ese país, por cuanto recibirá más bolívares por cada dólar que obtenga por concepto de ventas en el mercado internacional.
No puede pasarse por alto que esta medida se produce en un contexto de dificultades para la economía venezolana, lo cual, según reconoció el propio gobierno, ha obligado a la adopción de esta corrección cambiaria. La caída en el ingreso de divisas por concepto de las ventas petroleras, que se inició a finales de 2008 y se profundizó durante la primera mitad de 2009, obligó al gobierno a disminuir la concesión de dólares al precio oficial a los importadores y a los ciudadanos comunes de aquel país, y ello propició que un número creciente de venezolanos recurrieran al llamado dólar permuta, una tasa de cambio no oficial que resulta de la venta de bonos de deuda venezolanos. Esta circunstancia derivó en que, según estimaciones extraoficiales, más de dos tercios de los productos importados ingresaran a cambio de dólares comprados en este mercado paralelo, lo que ha sido interpretado por diversos analistas del tema como la existencia de una devaluación en los hechos, mucho antes de la disposición anunciada por Chávez el viernes.
Desde el punto de vista de la población, es pertinente señalar que los efectos de una devaluación planificada y, por tanto, esperada, son necesariamente distintos de los que derivan de una devaluación repentina, en el marco de las economías desprovistas de mecanismos de control estatal. En el caso que se comenta, es de suponer que el gobierno venezolano adoptará medidas para paliar las afectaciones que surjan a partir de la reducción oficial del valor de su signo monetario –como el encarecimiento de básicos importados–, y que para ese fin contará con recursos adicionales gracias a la recuperación, esperada para este año, del precio internacional del barril de crudo. Significativamente, Hugo Chávez anunció ayer la transferencia de los excedentes de las reservas del Banco Central de Venezuela –unos 7 mil millones de dólares– al Fondo Nacional de Desarrollo, orientado a incentivar la inversión productiva y social, y señaló que su gobierno se centrará en combatir con una fuerte intervención la especulación en la cotización del dólar en el mercado paralelo.
Un elemento adicional a considerar es la creciente apuesta que el gobierno venezolano mantiene por un proceso de integración regional, la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba), para el cual reconoce como necesario un equilibrio en la balanza comercial y el incentivo de la producción nacional y a las exportaciones. Ayer Chávez dio a conocer que pronto se realizarán las primeras transacciones comerciales bajo el régimen del sucre, la moneda virtual de la Alba, que permitirá –dijo– alejarse de la tiranía del dólar.
En suma, la devaluación del bolívar venezolano es un indicador del reconocimiento, por parte del gobierno de Caracas, de desequilibrios existentes en la economía de ese país, y de la necesidad de corregirlos. El tiempo permitirá ponderar los resultados de la apuesta realizada por el gobierno de Hugo Chávez.
http://www.jornada.unam.mx/2010/01/10/index.php?section=opinion&article=002a1edi
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