Izquierda Anticapitalista
Por su amplitud y por el número de muertes que ha provocado, el potente terremoto que acaba de devastar Haití conmueve a la opinión pública mundial. Las víctimas se cuentan por decenas, quizás cientos de miles, y buna parte de las infraestructuras del país ha quedado destruida.
Sin embargo, la “naturaleza” no es la única responsable de tan espantosa catástrofe, cuando menos no de su alcance y sus consecuencias para la población. El elevado número de muertos y heridos se explica también, y sobre todo, por el estado de extrema pobreza que conoce el país. Los servicios sanitarios y de socorro se encuentran desprovistos de recursos, cuando no resultan prácticamente inexistentes en determinadas zonas.
Si un terremoto constituye, a priori, un fenómeno natural más o menos impredecible, la pobreza no lo es. Muy al contrario, es el resultado directo de determinadas opciones conscientes, de políticas desarrolladas con pleno conocimiento de causa por parte de las clases poseedoras, las potencias imperialistas y sus organismos internacionales.
Con cerca del 90 % de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, Haití es el país más pobre del continente americano. A escala mundial, se sitúa en el lugar 146 – sobre un total de 179 Estados – en cuanto al índice de desarrollo humano elaborado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo). Desde hace décadas, el pueblo haitiano es víctima de maquinaciones y de explotación neo-colonial por parte de las potencias imperialistas, en primer lugar Francia y Estados Unidos. Una tras otra, estas potencias nunca han dejado de propulsar al poder y de apoyar sucesivos regímenes enfeudados a las metrópolis – como en el caso de la dictadura de los Duvalier, desde 1957 hasta 1986, o del golpe de Estado del 2004 -, que han expoliado las riquezas y la población del país por cuenta de las multinacionales capitalistas.
Las políticas neoliberales, impuestas por instituciones como el Banco Mundial o el FMI, han arruinado la agricultura local, empujando a decenas de miles de campesinos a amontonarse en precarios alojamientos de las ciudades. El temblor de tierra ha hecho literalmente desaparecer barrios enteros de esos suburbios.
Esas políticas neoliberales han reducido salarios y desmantelado servicios sociales, empezando por la sanidad. Hace apenas unos meses, el gobierno de René Préval había reprimido brutalmente – con la ayuda de soldados de la ONU – un movimiento social que exigía un incremento salarial en el sector de la sanidad de 1’7 a 5 dólares al día. El nivel de mortalidad infantil era de 80 fallecimientos por cada 1000 nacimientos. Antes del seísmo, más del 40 % de la población no tenía acceso a la atención médica y, por cuanto a las mujeres se refiere, esa proporción se elevaba al 60 %.
Izquierda Anticapitalista quiere expresar toda su solidaridad hacia el pueblo de Haití, que padece en estos momentos una inconmensurable tragedia, después de haber sufrido los azotes del imperialismo. Llamamos pues a los trabajadores y trabajadoras, a movimientos, asociaciones y sindicatos a brindar su apoyo a sus hermanos y hermanas de Haití.
Pero, al mismo tiempo, hay que denunciar claramente un sistema y unos responsables que han hundido a este país en una miseria sin paliativos; una miseria que multiplica hoy exponencialmente el número de víctimas del terremoto. Apenas decaiga la atención de los medios de comunicación, el pueblo haitiano seguirá padeciendo las secuelas de la catástrofe y la continuidad de las políticas que lo han sumido en la pobreza.
La ayuda al pueblo haitiano supone, por descontado, un apoyo material inmediato. Pero esta ayuda no podrá ser realmente eficaz si no va acompañada de la exigencia, dirigida muy especialmente a los gobiernos de la Unión Europea, en estos momentos bajo presidencia española, de anulación incondicional de la deuda externa de Haití, del retorno a su pueblo de los bienes expoliados por los dictadores – ¡que permanecen todavía en los bancos suizos y en otros paraísos fiscales! – y del pago de reparaciones por parte de las potencias imperialistas. Estos fondos deberían ser directa y democráticamente gestionados por la propia población haitiana, a través de sus organizaciones sociales, comunitarias y sindicales.
Izquierda Anticapitalista quiere además llamar poderosamente la atención sobre el inquietante despliegue militar que, bajo pretexto de distribuir la ayuda humanitaria y prevenir pillajes, está realizando Estados Unidos en la isla. Después del golpe de Estado en Honduras y del acuerdo para la instalación de nuevas bases en Colombia, la administración Obama sigue envolviendo sus preparativos con maniobras diplomáticas y gestos amables. Pero nadie puede llamarse a engaño sobre lo amenazador, para Cuba y Venezuela, de esta presencia norteamericana reforzada en el Caribe. Hay que impedir que la devastación de Haití sirva de trampolín para nuevas agresiones imperialistas contra los pueblos de la región.
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