Dicen que te has muerto, Marcelino. Dicen que te has muerto y lloran las calles, las avenidas, las plazas, las fábricas, las tapias, los diarios, los papeles, las casas, los coches, los vagones, las esquinas, los rincones, los parques, las sedes, las radios, las minas, las banderas, los libros,los campos, las hoces, los tornos, los martillos.
Y lloran las madres, los hijos, los abuelos, los padres, los tíos, los nietos, los ojos, las manos, las sienes, las bocas, los brazos, los puños. Lloran hasta las lágrimas, Marcelino.
Y se mueren de pena los árboles, las flores, la hierba, los pájaros. Se muere de pena hasta la muerte, Marcelino.
Dicen que te has muerto, Marcelino, pero no es cierto.
Quien te conoce sabe que volverás a tapar las calles, las avenidas, las plazas. Que renacerás en las manos del obrero y en el libro del estudiante. Que agitarás las fábricas, que inundarás las tapias, los diarios, los papeles, las radios.
No te has muerto Marcelino. Cuando se sequen las lágrimas y cuando se calmen las penas, lo sabrán las madres, los hijos, los nietos, las sienes, las bocas... y entonces habitarás las casas, entonarás los himnos, atronarás las sedes y nos apretarás, como siempre, los puños.
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